Hoy es el día del locutor, un año más desde
aquel 3 de julio, que como relatara Roberto Galán (ver nota anterior referida
al tema del 02/07/2009) se fundara la aún vigente S.A.L.(Sociedad Argentina de
Locutores)
Y expreso la aún vigente SAL, porque esta
entidad sindical, que en un momento de su historia, década del setenta, fuera
forjadora de un manifiesto corporativismo autoritario, contrariamente a lo
imaginado, mucho ha dañado a la profesión,
En más de una oportunidad he expuesto que
quienes desde niños abrazamos la pasión por la radio, mas allá del misterio que
encerraba el sonido que emitía esa voluminosa caja de madera, eran las voces de
apuestos señores y amables damas, que con su respetuoso mensaje de locutores, nos cautivaran
en todo cuanto el lustroso mueble emitía.
Eran los hombres y mujeres que con autoridad y
talento, hicieran propio ese majestuoso medio de comunicación. El locutor era
el maestro, el amigo, el que con su correcto
vocabulario y el don de cuerdas vocales privilegiadas, subyugaban a todos
quienes se acercaran al viejo receptor. Mensajes comerciales precisos,
informativos didácticos y maestros de ceremonias, animadores en las galas de
cada emisora, fueron quienes capitalizaran con toda autoridad el rol del
locutor de raza, una profesión que fuera exclusiva de “autodidactas” nacidos
para la función.
Fueron aquellos quienes entendieron que el
micrófono era su herramienta de trabajo y no un arma para el oprobio.
Por esos tiempos y hasta la irrupción de
una generación que entendió que ser locutor significaba un extremo grado de
catedráticos, los locutores eran los verdaderos protagonistas de los medios, la
“radio y televisión”.
Hoy, a 71 años de aquel 3 de julio de 1943,
la que fuera una actividad solo para elegidos, la profesión del locutor ha
quedado totalmente relegada a simples colaboradores de improvisados lenguaraces.
Solo bastará bucear en cuanta radio o televisora exista, para observar que
estos medios ya no son propios de los locutores, sino de advenedizos irreverentes
que han depredado aquella tarea que fuera orgullo de la radiotelefonía
argentina.
Pero existe algo que me vuelve a la
realidad. A esa realidad reconfortante que me cautivara en los momentos más
placenteros de mi vida, escuchar radio. Esta particularidad de desprestigio de
la profesión del locutor, solo se da en las emisoras de la gran ciudad porteña.
En el interior del país, en cada provincia y en cada ciudad, aquellas radios
con tradición, sin excepción, siguen siendo los locutores de fuste, quienes
continúan en este andar de privilegiar el rol de los verdaderos hacedores de la
radio y la televisión.
¡¡¡Que equivocados estaban aquellos jóvenes
setentarios que marcaron un antes y un después en los medios. ¡¡¡No entendieron
que locutor se nace y no se hace!!!