jueves, 3 de julio de 2014

Día del locutor

Una profesión devaluada
Hoy es el día del locutor, un año más desde aquel 3 de julio, que como relatara Roberto Galán (ver nota anterior referida al tema del 02/07/2009) se fundara la aún vigente S.A.L.(Sociedad Argentina de Locutores)
Y expreso la aún vigente SAL, porque esta entidad sindical, que en un momento de su historia, década del setenta, fuera forjadora de un manifiesto corporativismo autoritario, contrariamente a lo imaginado, mucho ha dañado a la profesión,

En más de una oportunidad he expuesto que quienes desde niños abrazamos la pasión por la radio, mas allá del misterio que encerraba el sonido que emitía esa voluminosa caja de madera, eran las voces de apuestos señores y amables damas, que con su respetuoso mensaje de locutores, nos cautivaran en todo cuanto el lustroso mueble emitía.

Eran los hombres y mujeres que con autoridad y talento, hicieran propio ese majestuoso medio de comunicación. El locutor era el maestro, el amigo,  el que con su correcto vocabulario y el don de cuerdas vocales privilegiadas, subyugaban a todos quienes se acercaran al viejo receptor. Mensajes comerciales precisos, informativos didácticos y maestros de ceremonias, animadores en las galas de cada emisora, fueron quienes capitalizaran con toda autoridad el rol del locutor de raza, una profesión que fuera exclusiva de “autodidactas” nacidos para la función.
Fueron aquellos quienes entendieron que el micrófono era su herramienta de trabajo y no un arma para el oprobio.

Por esos tiempos y hasta la irrupción de una generación que entendió que ser locutor significaba un extremo grado de catedráticos, los locutores eran los verdaderos protagonistas de los medios, la “radio y televisión”.

Hoy, a 71 años de aquel 3 de julio de 1943, la que fuera una actividad solo para elegidos, la profesión del locutor ha quedado totalmente relegada a simples colaboradores de improvisados lenguaraces. Solo bastará bucear en cuanta radio o televisora exista, para observar que estos medios ya no son propios de los locutores, sino de advenedizos irreverentes que han depredado aquella tarea que fuera orgullo de la radiotelefonía argentina.

Pero existe algo que me vuelve a la realidad. A esa realidad reconfortante que me cautivara en los momentos más placenteros de mi vida, escuchar radio. Esta particularidad de desprestigio de la profesión del locutor, solo se da en las emisoras de la gran ciudad porteña. En el interior del país, en cada provincia y en cada ciudad, aquellas radios con tradición, sin excepción, siguen siendo los locutores de fuste, quienes continúan en este andar de privilegiar el rol de los verdaderos hacedores de la radio y la televisión.

¡¡¡Que equivocados estaban aquellos jóvenes setentarios que marcaron un antes y un después en los medios. ¡¡¡No entendieron que locutor se nace y no se hace!!!